lunes, 6 de agosto de 2012

Abierto por vacaciones

Guzmán anda bien. Hoy está bien. Con todo lo que implica hoy, que es mucho. Lo único que a veces a uno le cuesta valorarlo. Quizás porque “sólo” tenga el valor de que estamos igual que ayer, y que antes de ayer y que hace un año, pero con un día, dos días o un año menos. Lo cual es mucho.

Deberíamos (mal verbo, ¿verdad?), deberíamos estar celebrando cada logro, cada éxito, cada pasito, cada sonrisa, cada minuto…

Y contentos estamos y mucho. Pero no deja de ser una felicidad contenida.

Sabemos que nos quedan tres meses de medicación, y después un año de chequeos. Sabemos que nuestra estadística desde el día uno (80%), no se ha movido y sigue siendo la misma y lo seguirá siendo durante un largo tiempo (confiamos en que siga). Sabemos que desde el primer mes en el que remitió la enfermedad todo este tratamiento es de mantenimiento. Desgraciadamente sabemos que una posible recaída no responde a una fecha concreta del tratamiento (ánimo, Hugo y familia, no hay día que pase que no pensemos en vosotros). Sabemos que los sustos nos acompañarán durante años cuando un virus, una fiebre, una palidez, una bajada de leucocitos, hemoglobina o plaquetas sacuda nuestras vidas... Sabemos, sabemos... y a menudo sabemos demasiado.

Y es que a veces el conocimiento y la razón son enemigos de aquello que te hace feliz. Quizás sea saber todas esas cosas, lo que mantenga contenida nuestra felicidad. Como agarrándola desde dentro del estómago con un ancla de varias toneladas que no te permiten entender por qué no sonríes como "debieras". Quizás haya que perder consciencia racional para conseguir conectar con el aquí y el ahora. O quizás sencillamente sea una quimera imposible de alcanzar salvo que uno se rape el pelo, se vista de naranja grana y se vaya a un monte en formato flor de loto.

Quizás esa sensación de tener la razón tan presente haya sido la que me ha hecho tardar en publicar un post. Y no me permita sacar una sonrisa de lado a lado cada vez que alguien me pregunta “¿qué tal Guzmán?”, y sólo pueda responder “hoy bien”, unido a una explicación algo menos larga que este post.

Ahora estamos de vacaciones, momento en el que todos depositamos las expectativas de aquello que no hemos sido capaces de hacer durante todo un año, tanto a nivel de análisis, racionalización o conexión con los sentimientos de uno.

Y yo, por supuesto, no he sido menos. Mis vacaciones lo tienen jodido, a ver… 
Quiero en vacaciones estar con mi familia full-time para recuperar el tiempo perdido al que me esclaviza mi trabajo a diario. Quiero en vacaciones sentarme conmigo mismo para saber qué es eso que me turba que en los últimos meses me tiene cabizbajo. Quiero en vacaciones mirar a Martina y Guzmán y disfrutar con cada risa suya. Quiero organizar mis prioridades para cuando vuelva al mundo ¿real?. Quiero estar con Eva y sólo estar bien. Quiero encontrar dentro de mí una respuesta a cómo ordenar mi tiempo para arrancar la Fundación que estoy montando, compaginarla con la empresa que tengo y aun así que no me arrepienta porque me queda tiempo para estar con los míos…

En fin… creo que estas vacaciones me he puesto más deberes de la cuenta y no voy a ser capaz de volver al cole con ellos resueltos. Lo peor de eso es que recuerdo que cuando uno no los hacía en vacaciones tenía que hacerlos el último domingo deprisa, corriendo y mal… 

Así que veremos cuánto dan de si las vacas y si no la cagamos por tratar de encontrar en ellas la paz, la tranquilidad, la estabilidad y la felicidad que no encontré en los meses atrás. 
Y confío en que esto no me haga volver a esa recurrencia tan mía por la que, de tanto tensar la cuerda, me acabo yendo de culo al suelo. 

Prefiero cerrar los ojos y sentirme de mente y espíritu Abierto por Vacaciones, sabiendo que conectando con todo esto que sé que es importante y que está aquí y ahora, me va a permitir vislumbrar con más ciencia una respuesta a mis inquietudes. 

¡Así que a coleccionar postales veraniegas que es lo que toca!